Hace tiempo leí un artículo en una revista sobre la necesidad de ralentizar en ocasiones la vida que llevamos, tan fuertemente influenciada por la falta de tiempo, por las prisas, por afrontar todo y más, que hace que llevemos de forma casi autómata un ritmo acelerado, donde lo que importa es aquello que facilite el devenir diario y ahorre esfuerzo. Lo cual no está del todo mal, me parece perfecto ayudarnos de las nuevas tecnologías, avances y facilidades varias, yo misma lo disfruto, pero...¿a costa de perder la esencia de los placeres reales?
A raiz de manifestarse por la creación de un McDonald en la Piazza di Spagna en Roma, en 1986, como crítica a la integración de la comida rápida en el viejo continente, surgió la filosofía del slow food, que pronto traspasó sus expectativas y se implantó en practicamente todos los aspectos de la vida. Con ello, no se trata de darle la espalda al progreso, sino más bien de pararse de vez en cuando y tomar una perspectiva diferente desde la cual mirar todo con más calma. Y disfrutar.
Creo firmemente en el movimiento slow, tomar en consideración tu tiempo y hacer el uso que tú quieres de él, utilizarlo bien, meditar los pasos a dar, y relajarse de vez en cuando, en la medida que pueda cada uno. A fin de cuentas...el equilibrio.
Y dicho esto, aunque mate de vez en cuando por una rica hamburguesa al más puro estilo fast food, no hay nada comparable con lo homemade. Fruto del gusto por estos placeres cotidianos, es esta pequeña huerta, que para mi satisfacción ha dado sus primeros tomates cherry y que serán protagonistas de la ensalada a disfrutar esta noche en una relajada cena sobre el césped.
albahaca/paisley
cucumber baby
lechuga/lettuce
and cherry tomatoes
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